1910 – Alfredo - 2010 (26/05/2010)

Los argentinos acabamos de vivir una jornada histórica de felicidad popular.
Cinco días donde más de seis millones de conciudadanos se concentraron en la ciudad de Buenos Aires, y el pueblo entero en cada lugar de nuestra tierra, salimos a las calles para festejar, no solo doscientos años de la Revolución de Mayo de 1810, sino logros sociales y políticos que en el centenario de nuestra patria, estaban postergados.
Los primeros cien años fueron festejados por una elite dominante haciendo hincapié en los logros de una economía floreciente, el arraigo cultural europeísta y la fuerte relación económica con el imperio británico. Sin descartar la presencia de la tía carismática del Rey de España en ese momento.
Claro que eso tenía consecuencias gravísimas, como la persecución a la resistencia de los trabajadores socialistas y anarquistas, nucleados en los gremios para defender sus derechos, la declaración del estado de sitio del 14 de Mayo de 1910, y el mismo día el incendio de “La protesta” (publicación anarquista) y el saqueo a “La vanguardia” (órgano de difusión del Partido Socialista) entre otros desagradables sucesos.
No obstante esto, el fraude en el sistema de elección de autoridades de nuestro país era moneda de cambio y si bien éramos potencia dentro de los diez países más ricos del mundo, estábamos muy lejos de ser un país justo y que esa riqueza que poseíamos estuviera distribuida equitativamente.
El bicentenario argentino nos encuentra con inconvenientes como en cada etapa de nuestra historia, pero a diferencia de otras, hoy, sea cual fuere la ideología política y cuyo destino, tiene como herramienta indispensable un fenómeno histórico desde el 25 de Mayo de 1810 que son 27 años continuos de democracia y una sociedad que parece haber aprobado la materia del “Nunca más”.
A diferencia de 1910, esta vez cambiamos la tía del Rey de España por los presidentes más relevantes de América Latina y en disonancia con aquel centenario, levantamos la copa por la unión Latinoamericana, fortaleciendo un bloque regional que nos permita afianzar el camino hacia la autonomía de los pueblos, que en la década del noventa estuvieron subordinados al imperio de los capitales concentrados y las recetas neoliberales.
Como lo expresaba al principio, hemos festejado mucho el bicentenario y aparte de los logros recientemente mencionados, nos queda el postre de saber que: sacamos de manos privadas nuestro futuro y el de nuestros abuelos, el paulatino aumento de las jubilaciones con la Ley de movilidad, que cualquier ciudadano puede manifestarse sin ser reprimido, se profundiza día a día el debate sobre las libertades individuales, promulgamos la democratización de los medios de prensa mediante la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, permitimos la inserción de millones de niños al sistema educativo y de salud a través de la ley de ingreso universal para la niñez, y que a partir de esto y más, nos encontramos con una sociedad que empieza a descubrir en la política, un espacio de canalización de la demanda y eso no es más ni menos que el fortalecimiento de la democracia.
En los últimos cien años de historia a los que me he remitido en esta pequeña introducción, existieron actores, sin los que la transformación de la misma desde 1910 hasta hoy, no hubiera podido realizarse.
Uno de ellos y especial para nosotros, los Socialistas, nació el 30 de abril de 1925 en la ciudad de Concepción del Uruguay. A los 18 años se recibió de maestro y comenzó su actividad docente en la provincia del Chaco. En esa actividad, como en todas, participó activamente en la militancia gremial siendo fundador de la CTERA.
Militante del Partido Socialista hasta 1957, año en el que se distanció por diferencias con Américo Ghioldi, presidente del PS en ese momento, debido al interés que este tenía de integrar la Junta Consultiva que pertenecía a los militares que en 1955, le habían producido el golpe a Juan Domingo Perón.
Arrancado de un aula donde estaba dando clases, fue desaparecido por dos semanas y luego preso y torturado desde 1977 hasta 1979 por la sangrienta dictadura militar de Videla, Massera, Agosti, etc.
Luego milito enérgicamente en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y siendo funcionario del gobierno de Raúl Alfonsín y consecuente a su lucha por los derechos humanos, renunció a su cargo por no estar de acuerdo con la ley de obediencia debida y punto final. Posteriormente se incorporó al Partido Socialista Democrático.
Fue diputado de la Nación Argentina en dos oportunidades durante la feroz instalación del neoliberalismo de los años noventa.
Ante la reciente unificación, en 2002 fue elegido primer presidente del Partido Socialista, y en el año 2003 candidato a presidente de la nación.
Murió el 26 de Mayo de 2003, el día que Néstor Kirchner asumía como presidente de los argentinos.
Querido Alfredo Bravo, hoy hace siete años que no estás con nosotros y no sabes cuanto te necesitamos. Este carro es muy pesado y aunque va hacia ese horizonte al que lo dejaste apuntando, algunos tiran para atrás, no saben porque, o sí, pero no lo dicen, pero tiran para atrás.
No te preocupes, que si bien no empujas con tus manos, estás en cada una de las nuestras, ¡¡¡vamos a llegar!!!

Un fuerte abrazo en el Socialismo

Rodolfo Lacabanne
Secretario General
Partido Socialista Baradero

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